La pardela cenicienta y la leyenda de las sirenas

Comprometidos con todos los estándares de calidad.

La pardela cenicienta vuela durante horas sin descanso y puede permanecer en el mar durante semanas, incluso meses.

La pardela cenicienta (Calonecrtris diadomea) es una de las aves más extraordinarias del archipiélago macaronésico y mediterráneo.

Vive en el océano y se instala en tierra para encontrar un lugar donde anidar y alimentar a sus crías, por lo que puede comportarse como una especie tanto pelágica como migratoria. Coloca sus nidos en islotes y acantilados costeros, a menudo dentro de cuevas. Tras la temporada de cría, la pardela migra desde las Islas Canarias hasta la costa atlántica occidental.

Las aves marinas tienen numerosas adaptaciones para vivir en su entorno. La pardela cenicienta tiene glándulas salinas, o glándulas de la sal; un órgano que permite excretar el exceso de sal del agua de mar y de los crustáceos. Las glándulas salinas están situadas junto a las fosas nasales y excretan sal de forma intermitente. En otras palabras, es como si emitieran estornudos salados.

Siguiendo nuestra ruta de navegación, durante la excursión, podemos encontrar la pardela cenicienta en el área protegida identificada como Monumento Natural de la Montaña de Guaza, especialmente en el Acantilado Marino.

¿Cómo puedo identificar la pardela cenicienta?

La pardela de Tenerife

Para identificarlo, hay que saber que es un ave con una envergadura de 120-125 cm y una longitud de 45-56 cm. Presenta un color marrón grisáceo en la parte superior y blanco en la zona ventral, terminando oscuro en los bordes de las alas. El pico es amarillo, con una mancha negra en el extremo.

Aunque son silenciosas en mar abierto, las pardelas cenicientas se vuelven excesivamente ruidosas en presencia de los jóvenes, cerca de las rocas y de los nidos, emitiendo sonidos siniestros y desconcertantes.

El mito de la pardela cenicienta y las sirenas – Mermaid Tenerife

Esta peculiar característica ha alimentado las fantasías de los antiguos griegos, junto a expertos navegantes y amantes del mar.

Según las tradiciones griegas, las sirenas eran figuras marinas, con rostro y torso de mujer y cuerpo de ave. Sólo a partir de la Edad Media adquirirán la imagen común que las asocia con seres mitad pez y mitad mujer. En cualquier caso, siempre se les ha atribuido una irresistible voz melodiosa con la que atraían fatalmente a los marineros. Más tarde, en las Argonáuticas, las sirenas comenzaron a ser consideradas divinidades del más allá, que cantaban para los bienaventurados y los héroes que llegaban a las Islas Afortunadas (Canarias).

Tal vez, estos cantos que fascinan y horrorizan a los marineros resulten ser de las pardelas que, cerca de sus nidos en rocas y acantilados, sólo quieren proteger a sus crías.